Un viejo amor

Una escapada este lunes al anexo Guazú fue como siempre reconfortante. Todo lindo, bien cuidado, un día gris pero apacible, un silencio natural que me hizo notar la dimensión del trauma acústico que nos provoca la ciudad. La llegada, el mejor momento a mi gusto, trasladar todos los bártulos hasta el refugio Sur, poner a salvo la carnada viva, mientras el sol coloreaba el horizonte esos mates únicos que se pueden tomar dentro del refugio mientras armamos lentamente la línea elegida. Alguna pasadita para mojar las boyas y a juntar algunas piñas y pinocha para prender el fuego y de paso disfrutar del perfume, obviamente descorche, picada, pan de campo, mientras el asadito crujía lentamente, esos placeres casi primitivos, ancestrales, la alegría de estar en ese quincho que tantos amigos ayudaron a construir.
Pasemos a la pesca bien temprano con mi hijo Juan y el amigo de siempre Pichi (un poco más remolón), ansiosos nos fuimos para el muelle, desayuno mediante, el amanecer gris, con una brisa suave de sudeste, y una corriente lenta pintaba para una pesca con comodidad. Elegimos boyas naranja intenso, probamos entre 20 y 40 ctm. y a probar cerquita largando del fondo pegado a los palos con los juncos cerca. Apenas las boyas tocaron el agua una corrida violenta con su descarga de adrenalina nos mostró un hermoso ejemplar de 40ctm con esa potencia que los pejerreyes del Guazú nos regalan. Fue muy entretenido junto con los pejes se sucedían pique de chafalotes, sardinas, palometas, dientudos y lachas que nos mantenían en constante atención. Corregimos brazoladas, con buen resultado entre 15 y 25 ctm siguió una mañana inesperada por la calidad de la pesca, el mejor horario se dio entre las 10Hs y las 12Hs. A partir de allí una brisa del oeste empezó a generar mala condiciones en el mu elle pero que importaba se habían superado todas las expectativas, solo restaba un suculento almuerzo y esa siesta que solo en el Guazú me puedo regalar.
Muchachos a disfrutarlo recién empieza la temporada.